2° DÍA (06/02/12): BARDAS BLANCAS - LAS LOICAS (40km)

Nadie sabe lo que puede un cuerpo, decía Spinoza. Y cuánta razón tenía. El día anterior había pedaleado 70Km afrontando viento en contra, subidas, terreno pedregoso. Y había llegado al campamento en Bardas Blancas como si nada. Contra lo que esperaba, los peores contratiempos para el cuerpo no vinieron de afuera, sino de adentro. La cena -carne asada, fiambres, ensalada de tomates- me cayó peor que mal. Pasé una noche con retorcijones que auguraba una mañana tempestuosa. Y así fue. No voy a entrar en detalles, pero, para dar una idea simplemente les digo que en un día agoté 10 pastillas de carbón.
Con el incipiente malestar a la mañana decidí, obviamente, pedalear. No era cuestión de que un malestar de mierda (literalmente) me arruinara semejante aventura.

Por lo cual, luego de tomar un tecito con galletitas de agua y de desarmar la carpa, a eso de las 11:00 hs estaba listo con el resto de mis compañeros para salir a la ruta.
Con la experiencia del viento del día anterior, decidí conseguir algo para taparme la boca y la nariz. Afortunadamente, Lola me cedió una"bandana" que tenía demás.


La actividad del día estaba prevista como relativamente liviana. Se trataba, "apenas", de 40 km. Además, los primeros 20km., hasta llegar al primer puesto de hidratación, serían de asfalto. 
Aproveché para instalar la cámara de fotos en el manubrio, con un soporte "casero" que no resiste demasiado traqueteo, para grabar algunos videos al estilo travelling cinematográfico.

Salimos de Bardas Blancas, abandonamos la mítica ruta 40 y comenzamos a costear el Río Grande hacia el Oeste.

Comenzábamos a adentrarnos en el corazón de la Cordillera.






 Los paisajes iban tornándose más espectaculares kilómetro a kilómetro. 



Como no estaba seguro de mi estado físico, opté por ir muy tranqui, pedaleando con el grupo de retaguardia, y me dediqué a admirar la naturaleza y a grabar videos y sacar fotos.




Luego del refrigerio las condiciones externas comenzaron a modificarse, al mismo tiempo que mi estado de salud. Terminó el asfalto y el camino se transformó en un sendero de ripio y arena. Nuevamente hizo su aparición el señor viento, por lo cual fue necesario recurrir a la bandana para poder respirar.





El esfuerzo y el sol que partía la tierra fueron demasiado para mi cuerpo. Comencé a sentir retorcijones violentos y cada pedaleo parecía que iba a ser el último del día. Tuve que parar varias veces a descansar al costado del camino.







Trataba de tomar fuerzas del paisaje imponente e intercambiaba algunas palabras con otros miembros rezagados del grupo





 Finalmente, decidí hacer de un tirón los últimos 10 km. Subí a la bicicleta dispuesto a no detenerme. Pero a los 5 km, aproximadamente, el estómago pareció dárseme vuelta. Inmediatamente me agarraron fuertes arcadas y no pude evitar vomitar. Una vez pasado el mal momento me sentí aliviado y no tuve problemas para llegar hasta las Loicas.
A pesar de la leve mejoría, no me animé a almorzar. Preferí tomarme un té y refrescarme en las heladas aguas del Río Chico. El baño me restableció a tal punto que pensé que ya estaba recuperado. Error. A la tarde nuevamente tuve diarrea, náuseas y mareos. Lola, miembro del trío de argentinos, médica, me diagnosticó enterocolitis y me sugirió un día de descanso. Yo me sentía tan mal que pensé en volverme a Buenos Aires.
Mapa del día 2:



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