4° DÍA (08/02/12): DOÑA ÁNGELA - PLANICIE DEL AZUFRE (46km)

La mejor de las noticias fue, para mí, el haber pasado la noche sin contratiempos. Nos esperaba el día más duro de pedaleo. Al final de la jornada debíamos alcanzar los 2400m de altura. El camino continuaba siendo ripioso y el viento amenazaba con seguir soplando. Yo sentía que todo mi -somero- entrenamiento previo se había ido al cuerno. Después de dos días casi sin comer y uno sin retener el alimento ingerido días antes, estaba hecho una hoja de papel. Me sobraban voluntad y ganas. La incógnita era hasta dónde me alcanzarían las fuerzas.
A pesar de que la noche había sido muy fría, en cuanto salió el sol el calor comenzó a hacerse sentir. En el desayuno me enteré de que había unos cinco o seis compañeros que estaban en un estado semejante al que había pasado yo un par de días atrás. Se habló de algún virus que podía estar dando vueltas.

Partimos aproximadamente a las 11hs. La camioneta de apoyo parecía un móvil sanitario. Afortunadamente, yo ya no volvería a subir a ella por el resto de la travesía.


El viento no soplaba tan fuertemente como el día anterior pero por momentos se hacía sentir. El camino continuaba siendo de ripio arenoso, produciendo el efecto de "comerse las piernas" a medida que se avanzaba. 




Opté por regular energías... Después de cada subida paraba unos minutos para tomar un trago de agua, sacar alguna foto o, simplemente, admirar el paisaje. Lo importante era seguir sumando kilómetros.


Era notable la sensación de estar ganando altura. No sólo por las constantes cuestas que debíamos afrontar, sino por el frío del aire y por el tipo de montañas que empezábamos a divisar: tremendos mastodontes de piedra, con la cima bien afilada y algunos manchones de nieve...






















A los 21 km. paramos para cargar agua fresca y comer algunas barritas de cereal. Me animé con algunas bananas, para tratar de recuperar el potasio perdido durante los días anteriores y cargué la cantimplora con algunas sales hidratantes. En el kilómetro 31 llegamos al lugar elegido para el almuerzo. Era un pequeño puesto con un corral, supongo que para chivos, que en ese momento estaba vacío. El sol caía verticalmente haciendo prácticamente imposible encontrar algo de sombra.



Dejé mi bicicleta contra el corral y cometí el error de vaciarme una botellita de agua en la cabeza.












Inmediatamente sentí chuchos de frío por lo cual tuve que ir a la camioneta a buscar una remera seca de repuesto.









Al costado del camino se montaron las media sombra para el almuerzo. Comí un par de sandwiches de carne y me puse a hacer ejercicios de elongación. Restaban unos 15 km para llegar al campamento. Aparentemente el terreno iba a ser similar y los tramos de subida un poco más frecuentes.





Todo continuó dentro de lo previsto. Me fui quedando sin piernas, pero sabiendo que estaba en condiciones de llegar a destino. Iba a tardar un poco más que si estuviera al 100%. Había comenzado el día en un 70%. A esta altura estaba, como mucho, en un 50%. Pero quedaban pocos kilómetros y bastante tiempo para administrar. Todavía quedaban dos días más de travesía y había que llegar.



El lugar elegido para el campamento era una auténtica belleza. Una planicie de arena volcánica junto al río y rodeada por cordones montañosos.


Las necesidades inmediatas estaban todas asociadas al polvo del camino transitado en el día. Era imperioso: bañarse, lavar la ropa, limpiar la bicicleta. Buena parte del grupo se volcó al río... para salir huyendo casi inmediatamente. El agua estaba realmente helada. De todos modos, no había opción. Era imposible no bañarse. Por lo cual, juntando coraje varios nos sumergimos jabón en mano. Todavía recuerdo la impresión del agua en los tobillos: parecía que tuviese los pies en el freezer.
Tras el rápido baño y el lavado de la ropa del día, procedí a armar la carpa. El suelo era tan arenoso que las estacas se salían. Las puse como pude, confié en que con el peso de la mochila y de mi propio cuerpo no hubiera riesgos de voladura, agregué algunas piedras en los bordes, y pasé a merendar.

En cuanto la luz del sol comenzó a declinar, la temperatura descendió abruptamente. Durante la madrugada dicen que llegó a unos 4° bajo cero.

Como la luna salió más tarde que la noche anterior, tuvimos un cielo más oscuro y propicio para ver objetos del espacio profundo que habitualmente no resultan perceptibles a simple vista o con instrumentos de escaso aumento.
Después de cenar puse el aislante junto a la carpa y me acosté binoculares en mano a disfrutar de la noche.

Mapa cuarto día:

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