6° DÍA (10/02/12): RÍO TENO - CURICÓ (68km)

"El dolor dice: ¡pasa!; mas todo placer quiere eternidad; profunda, profunda eternidad". La travesía comenzaba a llegar a su fin. Nos esperaba un día largo en distancias, demorado por las despedidas íntimas a las montañas con las que habíamos convivido en esos últimos días.


Después de desayunar, los tres argentinos recibimos una muy linda sorpresa: nuestros compañeros brasileños nos obsequiaron unas hermosas remeras de ciclistas que habían hecho hacer especialmente para la excursión.  Aquí estamos Héctor, Lola y yo luciendo nuestras prendas. A mí me la regaló Beto,  quien me nombró "profesor de estrellas" en honor a nuestras conversaciones nocturnas sobre el cielo y sus mitos.

Nos quedaba aún un trayecto de casi 70km. en el que debíamos descender cerca de 1000 metros de altura. El camino era de piedra consolidada -lo que disminuía considerablemente los riesgos de patinada- y, en los últimos kilómetros, de asfalto. En el paisaje comenzaba a destacarse el verde y aparecían, por primera vez desde que partiéramos de Malargüe, trechos de pedaleo con sombra.

Luego de 27km de un andar veloz pero sin demasiado riesgo debido a las bondades del camino, llegamos a un lugar en el que había emplazado un enorme monumento de piedra, el mirador Bio Bio.

2 km más adelante arribamos a  Los Queñes, uno de esos pueblos que quedan en la agenda mental para visitarlos en algún momento. Allí hicimos nuestra parada de rehidratación e ingesta de frutas. Todavía nos quedaba bastante por delante. En esta zona el camino volvía a ser de ripio arenoso y a tener algunas subidas que nos recordaron los pesares de días anteriores. Esta es una imagen de los Queñes tomada, precisamente, luego de una de esas subidas, saliendo del pueblo:

Unos 14 km más adelante hicimos la que, finalmente, sería la última parada de hidratación de toda la travesía. En ese punto tuvieron lugar dos acontecimientos altamente celebrados: ¡volvimos al camino de asfalto, en un terreno prácticamente llano! y ¡los celulares recuperaron señal! Aunque casi todos teníamos escasa batería, el hecho de ver encenderse la lucecita roja fue como un saludo de vuelta a la civilización...

A partir de aquí prácticamente todo el grupo entró en una alocada carrera en la que se superaron ampliamente los 30km/h. Con formaciones dignas del Tour de France, los treinta y pico de ciclistas vestidos con el mismo uniforme brindábamos un verdadero espectáculo a los ocasionales espectadores. Cada vez nos cruzábamos con más autos, a cada kilómetro nos encontrábamos con más transeúntes que invariablemente levantaban la mano para saludar. Así transcurrieron los últimos 26km. hasta llegar a la meta. En rigor, hubo dos metas. Porque, sin que nosotros supiéramos los motivos, en un momento el grupo se detuvo, ya en Curicó, y tuvo lugar una primera tanda de abrazos y felicitaciones frente a un cartel que señalaba el último tramo que habíamos recorrido.

Una vez que todo el grupo estuvo reunido, marchamos en formación compacta unos pocos cientos de metros hasta la entrada del hotel, donde fuimos recibidos con un descorche de champán. Allí, ya más relajados, se desató la euforia.

No perdí oportunidad de manifestarle mi agradecimiento a Mariano D'Alessandro, nuestro coordinador. No sólo por lo impecable de la organización sino por las palabras de aliento que me había brindado cuando mis dolencias físicas me habían hecho pensar en abandonar la travesía y retornar a Buenos Aires.

Ya en el hotel almorzamos, descansamos, disfrutamos de la pileta y nos apresuramos a enviar las primeras fotos y mensajes a nuestros seres queridos.

El viaje había superado con creces todas las expectativas que tenía. Había costado, y mucho, pero indudablemente, iba a ser una de las experiencias más extraordinarias de toda mi vida.